El niño burbuja tenía una patología en la que cualquier germen o bacteria en el ambiente lo mataba.
David Phillip Vetter era un niño feliz y juguetón, pero vivió una triste realidad debido a que por su enfermedad no podía tener contacto con el exterior o ser tocado por otra persona.
Él quedó inmortalizado en la historia como ‘el niño de la burbuja’.
David nació el 21 de septiembre de 1971, en el Texas Children´s Hospital, en Houston, Estados Unidos.
Vivía en la casa de sus padres, David Jr. y Carol Ann, y su hermana Katherine, en la ciudad de Conroe, al norte de Houston.
La vida de este pequeño no fue muy larga, pues solo vivió hasta su 12 años. David nació con una inmunodeficiencia Combinada Severa (IDCS, por sus siglas en inglés), un trastorno congénito que lo hacía vulnerable al menor contacto con el exterior.
Por esta razón, sus padres tuvieron que encerrarlo en una cápsula de plástico instalada en un sector de la casa para preservar su vida.
Desde que nació hasta el día de su muerte, en 1984, David vivió dentro de cuatro paredes transparentes que no le permitían que tocara el exterior.
A los 12 años, tuvo que salir de su encierro para que los médicos pudieran tratar su enfermedad, pero tras un fallido trasplante de médula.
En ese momento, su madre lo pudo acariciar y besar en la mejilla por primera vez, para que luego de unos minutos diera su último aliento.
Este caso fue extremadamente documentado por los científicos, incluso, llegó a ser tan popular que hicieron una película contando su historia.
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Una enfermedad hereditaria
Desde que Carol Ann estaba embarazada sabía que su bebé podía nacer con la enfermedad IDCS que requería de cuidados especiales.
Por esta razón, los médicos convirtieron la sala de parto en un lugar absolutamente esterilizado.
La inmunodeficiencia Combinada Grave es una afección que destruye el funcionamiento del sistema inmunológico humano, lo que ocasiona que cualquier germen o bacteria que esté en el ambiente o en las personas se convierta en algo letal.
La madre de David sabía que posiblemente su pequeño padecería de esta enfermedad, pues en 1970 había tenido otro bebé con esta afección.
A él le realizaron un trasplante de médula, pues era la única forma de tratar esta patología, pero no superó el tratamiento y murió a los siete meses de vida.
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En ese momento, los doctores afirmaban que esta enfermedad solo se manifestaba en hombres y si tenían otro niño, este tenía el 50% de padecerla. Pero los Vetter querían darle un hermano a Katherine y por esa razón lo volvieron a intentar, pues pensaban que en el caso de ser niño la ciencia avanzaría y lo podrían curar.
“La decisión de tener otro hijo vino de nuestro corazón y de nuestra mente. Decidimos poner nuestra confianza en Dios. No importaba lo que sucediera, para nosotros un aborto terapéutico habría sido imposible”, expresó Carol Ann, al programa ‘American Expience’ de la señal estadounidense PBS.
Al poco tiempo del nacimiento de David, se dieron cuenta de que lamentablemente tenía la enfermedad, intentaron hacer un trasplante de medula para que se curara, pero su hermana, quien era la donante, no era compatible con él.
Durante sus primeros tres años vivió en una estructura de plástico en el hospital y luego en su propia casa.
Una vida en la burbuja
Los padres de David, crearon una estructura impresionante, pues tenía distintos ambientes conectados por un pasador, para que el niño se moviera y tuviera un lugar donde dormir, ir al baño y jugar.
Las paredes tenían unos cierres en los que podían ingresar y sacar objetos, los cuales siempre eran esterilizados. Asimismo, tenía como una especie de ‘guantes’ con los que las personas podían tocar al infante y para que él pudiera agarrar objetos del exterior.
En la medida de lo posible, sus padres intentaron que tuviera una vida “normal”, pues veía partidos de futbol con su padre, jugaba con su vecino Shawn y también veía clases en el colegio con un altavoz telefónico que lo comunicaba con el aula de una escuela cercana. Además, tenía clases particulares con una maestra.
Su hermana Katherine, quien era tres años mayor, siempre fue la más grande compañía de David, pues solían dormir en la misma habitación donde estaba la burbuja, pero esto cambió cuando cumplió 9 años.
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A pesar de las condiciones en las que vivía el pequeño Vetter muy pocas veces se quejaba. “Él era una extraña combinación de un niño muy adorable, pero tenía la dureza de carácter y la valentía de un adulto”, señalo el psiquiatra del Hospital de Niños de Texas, David Freeman, en los medios nacionales.
El niño burbuja era famoso
David Vetter conmocionó a las personas de la época y mientras el niño crecía aumentaba en interés en él.
Incluso, en 1976, crearon una película basada en su historia llamada ‘El chico de la burbuja de plástico’ y era protagonizada por John Travolta.
Este filme mostraba David en una edad adulta y un día decide abandonar su encierro para montar caballo con su novia.
Asimismo, este caso generó un gran interés en los científicos, pensadores y religiosos, quienes cuestionaban la vida del pequeño en su encierro.
Vale la pena mencionar, que David conocía que sufría de una condición médica, incluso, llegó a ver su cara en la portada de los diarios.
La Nasa le quiso hacer un gran regalo al niño y le diseñaron un traje hermético, similar al de un astronauta, para que pudiera ver el mundo que lo rodeaba.
Gracias a este inventó, David puedo ser alzado por primera vez por su mamá, pasear por su jardín y ver el cielo.
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La muerte de David Vetter
Los médicos de la familia nunca abandonaron la idea de hacer un trasplante de médula ósea y que su hermana fuera la donante.
Durante muchos años, realizaron diferentes procesos para hacer que la medula de Katherine fuera compatible y creían que lo habían logrado.
Sin embargo, durante el procedimiento, Katherine le traspasó un virus que enfermó gravemente a David.
Para atenderlo tuvieron que sacarlo de la burbuja. Dos semanas después, el 22 de febrero de 1984, murió.
Su madre le contó a los medios que esa fue la primera vez que pudo tomar la mano de su hijo.
Este caso sirvió de fuente de investigación para la medicina y se escribieron 40 artículos académicos sobre el niño, su autopsia y muestras de sangre que sirvieron para comprender y reparar el sistema inmunológico de otros chicos con la misma patología.
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